Se trata, sin ninguna duda, del tratamiento de medicina estética más popular a una considerable distancia del segundo. Los neuromoduladores, lo que antes conocíamos como bótox, han celebrado en 2023 su particular cumpleaños: 20 años al servicio de los pacientes en España. Durante mucho tiempo, a esta sustancia se la ha conocido popularmente como el ya mencionado bótox, pero el término es de todo menos exacto: su nombre correcto es toxina botulínica y desde el punto de vista médico te lo vamos a presentar siempre por la denominación específica "neuromoduladores".
Dos décadas en lucha contra las arrugas
La razón de que estos últimos 20 años se haya conocido a los neuromoduladores como bótox tiene una explicación sencilla: cuando la toxina botulínica aterrizó en España solo podíamos utilizar esa marca ("Bótox") y se seguían al pie de la letra una serie de indicaciones para no pillarse los dedos con un producto que, literalmente, era nuevo para todos.
Las primeras intervenciones con neuromoduladores fueron lo que fueron por el respeto que se le tenía; los resultados no fueron los más naturales, pero el paso del tiempo, el estudio y los avances médicos han convertido este recurso en toda una referencia no solo para combatir las arrugas: ahora se emplea como solución al exceso de sudor (hiperhidrosis), para la rosácea o incluso para disimular cicatrices.
Los neuromoduladores hoy en España
A día de hoy, las clínicas de medicina estética podemos elegir entre tres distribuidores de toxina botulínica. Es una buena noticia, pero no exactamente por el hecho de tener diversas opciones para escoger, sino porque ello provocó que los laboratorios estudiasen el producto y lo hayan ido evolucionando y adaptando a las necesidades de cada momento. Actualmente el uso de neuromoduladores, siempre que la inyección la realice un profesional médico, es 100% segura y ofrece resultados buenísimos en el tratamiento de las principales preocupaciones de la cara: arrugas de la frente o el entrecejo, las patas de gallo, el código de barras o las arrugas que se localizan en dorso de la nariz, surcos nasogenianos y comisuras bucales.
Los neuromoduladores siguen actuando de la misma manera: relajan los músculos para evitar las contracciones que terminan generando estas arrugas.
¿Se puede generar resistencia a los efectos de los neuromoduladores?
No obstante, esa popularidad de la que hemos hablado justo al principio del artículo también ha implicado alguna preocupación: en los últimos años se ha valorado la posibilidad de que, mal utilizado, las personas creen resistencia a la toxina botulínica. Esta afirmación tiene matices: cuando inyectamos esta toxina estamos insertando en el cuerpo un elemento biológico y cada paciente reacciona a su presencia de una manera diferente. Siendo concretos, no es que se desarrolle una resistencia o inmunidad, más bien hablamos de pacientes en los que duran más o menos los efectos (que por lo general suele ir de tres a seis meses).
Tanto para conseguir unos resultados sobresalientes como para lograr que el tiempo de efectividad sea lo más largo posible, la clave está en las manos del médico: los neuromoduladores se aplican tras un estudio minucioso de cada paciente y se inyecta la cantidad adecuada en función de muchas variables, tanto físicas como de salud. No hay dos tratamientos iguales con toxina botulínica. En otro orden de cosas, garantizar el mejor tratamiento depende también de seguir otras pautas como el tiempo que debe transcurrir entre infiltraciones. No respetar este tipo de pautas es lo que, posiblemente, ha generado el temor a desarrollar cierta resistencia en algunos pacientes.
¡Ya has podido comprobar que hay mucho que estudiar tras un tratamiento con neuromoduladores! (Sí, lo que antes conocíamos como Bótox) Así que antes de despedirnos aprovechamos para volver a subrayar la importancia de que solo te sometas a sus infiltraciones en una clínica de medicina estética y que podamos valorar el mejor abordaje para tu caso personal. ¡Pídenos una cita para tu tratamiento en Logroño!